Siempre compartí la idea de que Dios es tiempo, o, al menos, de que Su espíritu lo es… En todo caso, siempre pensé que si el Espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas, las aguas debían de reflejarlo. De ahí mis sentimientos hacia las aguas, sus oscilaciones, sus pliegues, sus ondas y –soy septentrional- su grisura. Sencillamente, creo que el agua es la imagen del tiempo.