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martes, 29 de septiembre de 2009

MEDITERRÁNEO

Imagen: Antiqva


El agua, el aire y la tierra, cuando la tarde muere, hacen prodigios con la Luz.


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lunes, 28 de septiembre de 2009

DE MUJERES Y FLORES

Imagen: Antiqva



“-Es una niña!

-Lo sabía –murmuró doña Ana lacónicamente.

Los últimos nueve meses habían sido los peores de su vida. En los dos embarazos anteriores todo marchó de maravilla y se sintió mejor que nunca. Los dolores de cabeza que heredó de su madre y que comenzaron a atacarla cuando se hizo mujer, no aparecían mientras estaba encinta, pero esta gestación había producido en doña Ana el efecto contrario. Beatriz le dijo que era porque esperaba una hembra y que las sustancias vitales de ella revueltas con las de la niña provocaban una mezcolanza agresiva que daba como resultado esas terribles jaquecas que la postraron en la cama durante días enteros y que la convirtieron en una especie de sonámbula los días que podía levantarse. Beatriz, que sabía mucho acerca de los poderes curativos de determinadas piedras y plantas, llenó la casa de flores de espliego que, según aseguraba con convicción docta, espantaban la melancolía, aliviaban los dolores de cabeza y relajaban los sentidos enervados. Plantó espliego por todo el jardín y en las macetas de los balcones, colocó las flores en los jarrones de la casa y una vez que se secaban, las utilizaba para mezclarlas con las plumas de la almohada de doña Ana y para preparar con ellas tisanas y sahumerios. Los días que el dolor de cabeza le impedía levantarse, Beatriz le frotaba el cuerpo de la cabeza a los pies con una esponja empapada en agua de espliego y, antes de que se fuera a dormir, le masajeaba el vientre preñado con un ungüento denso y oloroso producto de la maderación en aceite de las flores azules. A pesar de tanto trajín floral, el remedio del espliego no conseguía aplacar del todo las jaquecas de doña Ana y solamente servía para tranquilizarle los nervios, justo el efecto contrario del que producía en su esposo, que consideraba los perfumes símbolo de promiscuidad y aseguraba que una mujer decente no debería ir oliendo a flores si no quería levantar sospechas de concupiscencia o algo mucho peor. Según los sabios conocimientos de don Luís, solo las brujas usaban hierbajos y tanta limpieza corporal y tanto aroma floral la señalaban perniciosamente en la misa de tarde.

-La única limpieza de la que se tiene que preocupar un buen cristiano es de la espiritual –sentenciaba...”

Nerea Riesco (El país de las mariposas).


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jueves, 24 de septiembre de 2009

VUELOS

Imagen: Antiqva



"Hervé Joncour siguió llevando durante días una vida retirada, dejándose ver poco en el pueblo y empleando su tiempo en trabajar en el proyecto del parque que antes o después construiría. Llenaba hojas y hojas de dibujos extraños, parecían máquinas. Una noche Hélene le preguntó

-¿Qué son?

-Es una pajarera.

-¿Una pajarera?

-Sí.

-¿Y para qué sirve?

Hervé Joncour mantenía los ojos fijos en aquellos dibujos.

-Se llenan de pájaros, todos los que se pueda, y después, un día en el que suceda algo feliz, se abren sus puertas de par en par y se mira como vuelan libres..."

Alessandro Baricco (Seda)

martes, 22 de septiembre de 2009

TIEMPOS

Imagen: Antiqva



Hubo un tiempo en que los “Habitantes del cielo” dejaron de ser accesibles.


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viernes, 18 de septiembre de 2009

EL VELO DE ISIS

Imagen: Antiqva



Cierto día, de súbito, mientras acariciaba a su gato, la mujer sintió el deseo de acceder a la Luz de Ra, de modo que se puso en camino. Necesitaba encontrar a un maestro que quisiera iniciarla en los misterios de la vida y la muerte.

Cuando, tras una búsqueda ardua, alguien le presentó al maestro, este le dijo:

-Si deseas recibir la Luz de Ra, si deseas ser una “Iluminada”, debes limitarte, simplemente, a vivir el tiempo presente. Entonces serás capaz de olvidar el pasado. Dejarás, también, de temer al futuro. Sentirás, en ese momento, que para quien busca la Luz solo existe el ahora. Sabrás que nada del pasado y del futuro es real y a nada temerás. Será entonces, cuando solo vivas el tiempo presente, cuando gracias a la meditación, si Ra te concede ese don, habrá de llegarte la Iluminación.

-Sin duda –prosiguió el maestro- esta será una tarea difícil. Debes ser consciente desde ahora de que en una sola vida quizás no seas capaz de conseguir tu objetivo… Si así sucede, cuando te llegue la muerte y tu alma tenga que volver a encarnarse en la materia, debes recordar lo que te estoy diciendo. Solo recordando podrás, algún día, acceder a la Luz. Cuando eso suceda, a partir de entonces, tu espíritu habrá vencido a la materia y lograrás, al fin, eludir la rueda de las reencarnaciones. Entonces, sentirás que Ra está cerca de tu alma.

-Hace mucho tiempo, un hombre sabio lo dejó escrito –terminó diciendo el maestro-:


“Vivir en la Luz consiste en no pensar en nada.
Una vez lo comprendes, estar de pie, sentarse o estar tumbado,
todo lo que haces es Luz.
Comprender que la mente está vacía es ver a Ra.”


Durante toda su vida, la mujer se esforzó por hacer lo que el maestro le había explicado, pero siempre sintió que no era capaz de acceder a la Luz. Para ella, el pasado y el futuro seguían existiendo. Siempre fue consciente de que a pesar de su empeño jamás había conseguido vivir solamente el tiempo presente. Nunca se sintió libre de preocupaciones.

Dicen los que saben de estas cosas que cuando murió, la mujer quiso reencarnarse en un gato. Ella sabía que estos animales solo viven el momento presente. La mujer, sin duda, no había olvidado las palabras del maestro.

Algún tiempo después, las gentes de la aldea, sorprendidas, supieron que alguien se había topado en las calles con un gato cuyo cuello estaba circundado por una correa. Sujeto a ella, alguien había colocado una lámina de cobre en la que se podía leer una inscripción enigmática:



“El velo que oculta la Luz:
¡Palabras!
El camino va más allá del lenguaje,
ya que en él no hay
ayer
ni mañana
ni hoy.”



Todos sabían que en los últimos años de su vida la mujer había llevado esa lámina de cobre sobre su pecho, colgando del cuello. Decía, cuando alguien le preguntaba, que no quería que su corazón olvidara esas palabras. Así fue, según dicen, como todos supieron que su espíritu había retornado a la aldea.

Cuentan los maestros que cuando el gato murió se reencarnó en una diosa… Parece que todos la llaman Isis y afirman las gentes que saben de estas cosas que ningún mortal ha conseguido, hasta ahora, “descubrir su velo”.




ACLARACIONES



Este cuento que hemos titulado “El velo de Isis” es una fabulación en la que conscientemente hemos incurrido en algunos “anacronismos” en los que pretendemos profundizar:

Ante todo, los historiadores sostienen que los egipcios no creían en la reencarnación. Antiqva, sin embargo, sabe que Heródoto afirmó que los egipcios habían sido los primeros hombres que habían creído en estas cosas y que los iniciados griegos, seguidores de Orfeo, no habían hecho sino adoptar sus creencias. Llama la atención, por tanto, que los antiguos griegos pensaran que los egipcios habían sido los primeros hombres que habían creído en la reencarnación y que, sin embargo, los historiadores modernos lo nieguen.

En este contexto de creencias, Antiqva siempre ha tenido la sospecha de que es posible que los egipcios con sus ritos de momificación de los cadáveres quizás lo que pretendían era que el Ba (espíritu) de los difuntos quedase vinculado al cuerpo del fallecido durante toda la eternidad. Existiendo ese vínculo potente entre el espíritu y el cuerpo es posible que el espíritu no pudiera reencarnarse en otro cuerpo distinto, de modo que quedara libre para “volar al Cielo”. Los “Textos de las Pirámides” ya lo sugieren cuando indican que “el cuerpo es para la tierra y el Ba es para el Cielo”, entendiendo el Cielo como el Reino de la Luz de Ra. Si eran conscientes de que el cuerpo “era para la tierra” ¿porqué se tomaban tanto interés en conservarlo momificado?

Por otro lado, el trasfondo de este cuento estaría, sin duda, vinculado estrechamente con las creencias propias del Budismo. De hecho, el poema que hemos intercalado en el texto se debe a la pluma del maestro Bodhidharma que nos dejó escrito lo siguiente:



“El Zen consiste en no pensar en nada.
Una vez lo comprendes, estar de pie, sentarse o estar tumbado,
todo lo que haces es Zen.
Comprender que la mente está vacía es ver a Buda.”



Lo que ocurre es que realmente no sabemos en que consistían las creencias mistéricas egipcias, si bien Antiqva siempre ha pensado que en el fondo posiblemente fueran similares a las de otras antiguas culturas que también se han interesado por estas mismas cuestiones.

A fin de cuentas, estas son las posibilidades que uno puede manejar cuando escribe una fabulación y no un texto puramente histórico… En el caso de los cuentos, el escritor se puede atribuir ciertas licencias, aunque Antiqva, que intenta ser honesto, desea dejar constancia de ellas.


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miércoles, 16 de septiembre de 2009

UNA MUESTRA DE CARIÑO


Una amiga entrañable cuyo nombre refleja el amor a lo insondable: "SOY LA QUE SOY" ha tenido la gentileza inmensa de incluir a ANTIQVA entre sus "PRÍNCIPES"... Le agradecemos esta muestra de cariño, que bien sabe que es recíproco... ¡Gracias, amiga!



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domingo, 13 de septiembre de 2009

FRANCISCO UMBRAL Y LOS SINDICALISTAS

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Antes de que publicara “Los helechos arborescentes” en 1980 Antiqva había tenido oportunidad de conocer personalmente a Francisco Umbral, ya que era un hombre vinculado con Valladolid y con cierta frecuencia participaba en actos estudiantiles de tipo literario. Recuerdo que en cierta ocasión, corría entonces el año 1973, corrió la voz de que Umbral pronunciaría una conferencia, creo que sobre la poesía de Luís de Góngora, en el salón de actos de la Facultad de Medicina. Aquello atrajo a un nutrido grupo de estudiantes que acudimos a la convocatoria. En el salón no cabía un alma y Francisco Umbral comenzó su disertación que trataba, como estaba previsto, de cosas de poesía…

En aquellos tiempos, lamentablemente, se estaba celebrando en el temido Tribunal de Orden Público franquista el que habría de ser llamado “Proceso 1001”, que pronto se saldaría con la condena a muchos años de cárcel para todos los dirigentes del clandestino sindicato Comisiones Obreras, vinculado al Partido Comunista. Al parecer, un año antes, el 24 de junio de 1972, toda la dirección de Comisiones Obreras, principal opositor a la dictadura en los ámbitos obreros, había sido detenida en el convento de los Oblatos de Pozuelo de Alarcón (Madrid), donde se encontraba reunida.

Mientras Umbral hablaba de Góngora, todos los presentes fuimos tomando conciencia de que entre el público se estaba orquestando un claro ambiente de jaleo… Las voces iban creciendo y en cierto momento nadie se esforzó por disimularlas. Fue de súbito cuando alguien avanzó por el pasillo central de la sala y tronó:

-“Paco –vociferó un tipo barbudo-, los que luchan por el pueblo están en el “trullo” y tú nos hablas de poesía… Maldita sea ahora la poesía… Tenemos que aprovechar que nos han dejado reunirnos para hablar de lo que está pasando en Madrid… Este no es momento de poesía sino de acciones de protesta… Tenemos que ayudar a los presos…”

El acto se había interrumpido. Francisco Umbral, que por entonces escribía finísimos textos periodísticos con los que superando inteligentemente la férrea censura impuesta por el régimen hacía brotar ideas críticas contra la dictadura, no dijo nada. Los agitadores, que crecían en su alboroto, vociferaban llamando a la acción. El escritor, desbordado, intentó decir que: “él estaba allí para hablar de la vida y la obra de Góngora… Y muchos de los que allí estaban habían venido a escuchar hablar de eso… Él lamentaba lo que estaba sucediendo en Madrid con los dirigentes de Comisiones Obreras pero…”

Sus palabras se cortaron. Sucedía que el jaleo de los alborotadores no le permitía continuar. Fue entonces, en medio del tumulto, cuando la voz de otro tipo volvió a tronar. Dijo algo que hizo que la risa brotase de las gargantas de todos los presentes, para entonces ya claramente invadidos por los nervios:

-“Sabes lo que te digo, Paco, que si no podemos hablar aquí del “Proceso 1001”, propongo ahora mismo a todos que nos vayamos a la playa del río y hagamos un “party” sexual…”





En ese momento, cuando aquel tipo habló, todo explotó… Para entonces, los policías “de la Secreta”, presentes en el acto, habían informado a sus jefes de lo que estaba pasando… Afuera, en los pasillos de la facultad, un amplio contingente policial, los temibles “grises”, nos estaba aguardando. Portaban en sus enfundadas manos las porras de durísimo caucho. Uno de ellos, como siempre, sujetaba con su mano derecha un “clarín”. Lo tendría que utilizar si los estudiantes no se disolvían y era necesario cargar contra ellos. En aquellos tiempos, Antiqva habría de escuchar más de una vez ese toque siniestro de clarín.

Umbral, para entonces, permanecía mudo. Había perdido el protagonismo del acto. Alguien uniformado entró en el salón e hizo saber a los presentes que debían abandonarlo. Diez policías vigilaban en la puerta… Afuera estaban los demás. Cuando Antiqva, con los brazos en alto y el documento de identidad en la boca, abandonaba la facultad no podía sino pensar: “¡Diantres, esa propuesta de jolgorio en la playa no parecía tan mala idea…!”

En aquellos años, la agitación estudiantil en la universidad de Valladolid fue creciendo de manera alarmante para las autoridades del régimen franquista. De hecho, en 1975, por temor a esas actividades políticas que se desarrollaban en las aulas, los responsables de la dictadura habrían de decretar el cierre de todas las facultades vallisoletanas. Ese año no hubo, por tanto, curso lectivo. Fue un año que no existió en la Universidad de Valladolid. Cree Antiqva que nunca escuchó que sucediera algo similar en otras universidades españolas.

Poco después llegaría la democracia a España. Marcelino Camacho, líder de Comisiones Obreras, y las gentes que estaban en prisión por motivos políticos o sindicales fueron liberados de inmediato. Las “columnas” que diariamente publicaba Francisco Umbral, crítico siempre con la dictadura, primero en “El Norte de Castilla” y luego en el “El País”, ayudaron a que ese anhelo de libertad de las gentes pudiera, al fin, hacerse realidad.

Alguien diría que desde entonces han pasado cientos de años…

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viernes, 11 de septiembre de 2009

"LA MADRUGA" Y FRANCISCO UMBRAL

Imagen: Antiqva



Siente uno que algún mecanismo ignoto se ha puesto en marcha y estoy recordando esos días del frío en que mi madre hacía “de niña de los recados” en el taller de costura de “la Madruga”…

Corrían entonces los años “del hambre”, los primeros de la década de los “cuarenta” del siglo pasado. Con la pretensión de que la cría aprendiera un oficio mi abuela la había llevado a ese taller. Su trabajo consistía en hacer los recados cotidianos y aprender lo que buenamente pudiera, escuchando y mirando lo que hacían las demás.

-“Leonorcita, ve a la mercería y pregunta si llegaron los botones…”

-“Niña, tienes que ir a casa de doña Ana… Le dices que su chaqueta ya está preparada… Qué cuando le venga bien, puede venir a probarse…”

Según escuché a mi madre, “la Madruga” era una mujer muy alta en aquellos tiempos en que los españoles eran gentes bajitas. Decía que era tan alta que no se atrevía a salir a la calle, ya que temía que los niños, despiadados, se metieran con ella. Por ese temor, contaba mi madre, solamente en las primeras horas de la madrugada se la veía paseando por los jardines del Campo Grande, acompañada por alguna de las muchachas que trabajaban en su taller. “La Madruga”, acomplejada por los comentarios que su altura despertaban en la gente, solamente salía a la calle antes de que hubiera amanecido. Habrían de ser esos paseos a horas extrañas los que harían que pasara a ser conocida como “la Madruga”… Mi madre siempre se refería a ella de ese modo: “la Madruga”… Sin acento en la última letra. No la llamemos “la Madrugá”, que es la palabra que identifica las procesiones que con ocasión de la Semana Santa se llevan a cabo en Andalucía en la noche del Jueves al Viernes Santo.

Contaba también mi madre que en aquellos tiempos “del hambre” esta mujer había recibido una oferta de la Facultad de Medicina, que ella habría aceptado, consistente en permitir que a cambio de determinada cantidad de dinero, cuando muriera, su esqueleto pudiera ser estudiado por la Universidad. Parece que en aquellos tiempos nadie entendía, ni siquiera en los ambientes de la ciencia, que una mujer pudiera ser tan alta.

Cuando Leonor hablaba de estas cosas, Antiqva era un niño… Habrían de pasar algunos años para que ya hombrecito se topara de nuevo con otra referencia a esa mujer legendaria. Esa nueva noticia que hablaba de “la Madruga” la encontraría leyendo “Los helechos arborescentes”… Francisco Umbral, su autor, hijo de madre soltera, aunque tuvo que nacer en un hospital de beneficencia madrileño a causa de la miseria y el miedo a las habladurías, estuvo siempre muy vinculado a Valladolid, ciudad donde vivía su madre cuando quedó embarazada y donde él se crió. No es extraño que Umbral, que vivió en ese Valladolid arropado por el hambre escuchara hablar, como Antiqva, de “la Madruga”, persona que entonces debía llamar la atención de las gentes, de modo que en la novela, en algún pasaje ocasional, el escritor habló de ella, haciendo así que el nombre de “la Madruga” recibiera un fugaz aliento de inmortalidad.

Dice en la reseña de la edición que Antiqva posee de “Los helechos arborescentes” (1980):

“Francisco Umbral ha escrito la novela de un niño que vive dos vidas paralelas, complementarias, que se aureolan y justifican una a la otra dentro de su alma escalonada en tres estadios como los tres patios sucesivos de una casa: la cultura, la gente, la soledad. Figuras de la Historia (Zumalacárregui, Zorrilla, Mariano de Cavia, Millán-Astray, don Alvaro de Luna, Franco), de la cultura (la Pardo Bazán, Giner de los Rios, Giménez-Caballero, Estebadillo González) y de la intrabiografía mágica del niño narrador, van y vienen libremente por siglos como salones, se encuentran, se saludan y se matan. Un gran esperpento histórico…”

“La Madruga”, precisamente, habría sido uno de esos personajes de la intrabiografía mágica de Paco Umbral, y del niño Antiqva, claro.



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martes, 8 de septiembre de 2009

LAS PIEDRAS Y SU MUNDO




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Las terrazas cuaternarias que envuelven al Guadalquivir, entre Córdoba y Sevilla fueron pobladas en los tiempos del Paleolítico Medio por los hombres de Neandertal, que allí encontraban los recursos líticos que necesitaban para confeccionar las herramientas de piedra que utilizaban para cazar (puntas), despiezar las carnes (cuchillos y hachas) y trabajar las pieles (raederas y perforadores). Gracias a los arrastres del Guadalquivir, en estas terrazas abundan las piedras, sobre todo las cuarcitas y el sílex, que aquellos hombres utilizaban como materia prima.

Durante decenas de miles de años los grupos de Neandertales recorrieron incansables estos espacios elevados sobre el río. Allí vivieron y allí murieron a lo largo de muchas generaciones. Los Neandertales, que alcanzaron un modo de vida que se conoce como “Cultura Musteriense” vendrían a ser unos primos lejanos nuestros. Se extinguieron, todavía no sabemos como, coincidiendo con el momento en que los hombres modernos aparecimos en la Historia.

Ese trasiego de humanos a lo largo de tantos miles de años hace que Antiqva, algunas veces, paseando por esos lugares haya llegado a encontrar alguna “piedra” que presenta señales claras de haber sido trabajada. Entonces uno es consciente de que tiene en sus manos, por ejemplo, una raedera musteriense con signos de deterioro por su uso reiterado. Piensan los investigadores que los Neandertales cogían uno de los extremos de la piel que iban a trabajar con su mano izquierda y el extremo opuesto lo sujetaban con los dientes. Entonces tensaban la piel alejando la mano izquierda y con la mano derecha restregaban la raedera contra la piel tensada, limpiándola así de grasas y vellosidades. Ese trabajo requería utilizar una piedra que tuviera un filo característico en uno de sus costados (lo que se conoce como “frente” de la raedera), ya que se pretendía que el filo no resultase “cortante” sino que tuviera una determinada anchura que resultara apropiada para raspar la piel sin romperla o cortarla. En suma, no se trataba de utilizar un cuchillo sino una herramienta que sirviera para raspar.

Hace algunos años Antiqva encontró una de esas raederas y absorto en estado de ensoñación escribió un cuento que tituló “Aquel calor tenue”. Estos días pasados, cuando caminábamos por una de esas terrazas nos topamos con otra pieza, también de sílex, con múltiples señales de golpes y recubierta por una pátina de color acaramelado que nos hablaba de su antigüedad. La pieza (una simple piedra, claro) resulta para Antiqva bellísima. Por las huellas de golpes fosilizadas en su corteza podemos pensar que de ella se extrajeron hace miles de años lascas destinadas a fabricar puntas. Igualmente todo sugiere que la pieza se utilizó también como pequeña “sierra de mano” (por su aspecto denticulado en uno de sus lados) y como perforador (por las señales de ese uso que presenta en su pico). En fin, se trata de una pieza de sílex que podemos pensar que en algún momento impreciso cierta mujer Neandertal, hace más o menos 40.000 años, habría utilizado como “herramienta multiusos”: extracción de lascas destinadas a fabricar puntas para cazar, raspado de las pieles de los animales cazados (raedera), aserrar las ramas de los árboles (denticulado) y practicar incisiones en las pieles (perforador).







Podemos soñar que esa mujer es una anciana de 35 años. Veremos que tiene sus dientes deteriorados ya que los ha usado durante muchos años para tensar con ellos las pieles. Ahora ha terminado de aserrar una rama que va a utilizar como astil al que está insertando una punta de sílex. Se la entrega luego a uno de los cazadores del clan, que la utilizará como venablo cuando con el nuevo amanecer el sol abandone las tinieblas y los animales acudan al río a beber. Nuestra mujer, finalmente, está usando el pico perforador de la piedra para taladrar con agujeros una amplia piel, ya curtida, que quiere utilizar a modo de “chaquetón”. Pretende insertar algunas tiras de cuero en los agujeros que ha taladrado y luego colocándose la piel y ajustándola con las tiras logrará que se adapte cómodamente a su cuerpo… Quizás, incluso, sea algo coqueta, ¿quién sabe? Lo cierto es que no es lo mismo cubrirse con una simple piel de animal, que se le estaría cayendo de continuo, que hacerlo con una piel que se adapta a su robusto cuerpo gracias a los agujeros que ha hecho con el perforador y a las tiras de piel que utiliza para ajustarla a su gusto.

Y ahora, cuando han pasado 40.000 ó 50.000 años, Antiqva, paseando, se topa de súbito con todo esto y n
uevamente puede sentir “AQUEL CALOR TENUE” del que en otra ocasión había hablado…


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domingo, 6 de septiembre de 2009

DESENCUENTROS

Imagen: Antiqva




Ella le había pedido al Dios de la Lluvia que las aguas, aquel otoño, se llevaran sus lágrimas.

Él había pensado que si conseguía hablar con ella en sueños quizás pudiera recuperarla.

Mientras tanto, los murmullos que emitían sus almas encontraban su reflejo en los ruidos nocturnos que producían los insectos.


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viernes, 4 de septiembre de 2009

MANDALAS

Imagen: Antiqva

Montaje: Sabela


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Estos días pasados Antiqva fue invitado a participar en una muestra que habría de aglutinar fotografías de "mandalas" existentes en la naturaleza. La idea surgió de "COMPARTIENDO EXPERIENCIAS". La calidad de las imágenes que se presentaron a esa muestra virtual obligó a que, finalmente, se decidiera sortear a quién correspondería el honor de simbolizar la misma y Antiqva tuvo la fortuna de resultar ganador en ese sorteo con una imagen de una flor del aloe vera que había presentado. En este enlace podéis ver más información de este sencillo pero gratísimo certamen fotográfico.
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martes, 1 de septiembre de 2009

ANTIQVA Y YO

Imagen: Antiqva




Sucede, sencillamente,
que uno tiene envidia de Antiqva.
Uno siente que él es lo que uno quisiera ser
pero no será…
Seguro que me entendéis,
quizás a vosotros también os pasan estas cosas…

Cierto día, uno decidió crear a Antiqva
y al poco sintió que él ya no era él…
Pronto supo que cuando Antiqva se alejaba
quedaban solo las soledades del trabajo,
algunas tertulias nocturnas de la radio
y ciertos “Latidos” esenciales…

Y luego vio que cuando Antiqva llegaba,
con él venían los pájaros y las flores,
y los amigos imaginarios,
y tantas cosas…
Y percibió, incluso, que los gatos,
cuando es él quien los habla,
están más felices.

Si, uno tiene envidia de Antiqva.
Solo él conoce la magia que permite captar
la imagen delicada de la flor de un “Diente de león”.

Es él, siempre, quien se topa, en los caminos,
con la más bella pieza de sílex,
para soñar luego con la mano humana que la retocó.

Solo él, siempre él, es capaz de descubrir,
en la pátina que recubre a una cuarcita,
cierto mapa de lo Oculto que una Ninfa,
en otros tiempos de leyenda, habría esculpido…

¡Antiqva, siempre Antiqva!

Y cuando él no está, alguien diría que los “Latidos de soledad”
laten con mayor intensidad…

Aunque dicen algunos, no obstante, que llegará un día
en que Antiqva y yo nos fundamos en uno solo.

Son cosas que dicen…


-Este sábado, escuchando el trajín de los pájaros, sentado en la tierra tras un caluroso paseo, llegó a mi mente la idea de que Antiqva y yo no somos, ni mucho menos, la misma cosa… Creo que muchos de los que me conocen estarían dispuestos a jurarlo si conocieran también a Antiqva.





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